Lo que me conmueve

Me pienso

Kate Millet decía que el amor ha sido el opio de las mujeres, como la religión el de las masas. Y es verdad. Añadió que mientras nosotras amábamos, los hombres gobernaban. Y también es cierto.  El amor tal y como lo hemos construido, sentido y utilizado, ha hecho de nosotras unas prisioneras. En él nos hacemos dependientes, manipuladas, dominadas, nos perdemos y distraemos. Sin embargo, se puede y se debe experimentar desde otras alternativas. Para empezar, el amor tiene que surgir entre iguales para que no se produzcan abusos de poder. Y por el momento se trata de un asunto complicado, ya que vivimos en un sistema que se sostiene precisamente gracias al fomento de la desigualdad social, económica, política… Una desigualdad perpetuada por supuesto por el género en el que te enmarquen.

Ilustración de ‘Feminista Ilustrada’

A día de hoy no creo que la heterosexualidad sea un buen invento para nosotras. Me resulta bastante intrépido el hecho de que las mujeres nos enamoremos de los hombres, en un mundo en el que ser mujer supone estar infravalorada en todos los aspectos. Pero así lo hacemos, yo la primera. Comenzamos y mantenemos relaciones abiertas, cerradas, estables, esporádicas, a distancia, como sean… Y me gustaría saber cuántas de nosotras reflexionamos acerca de cuáles son nuestros roles, si disfrutamos de los mismos derechos, si consensuamos o nos imponen las reglas del juego, o si con frecuencia nos exponemos a situaciones que nos puedan costar la alegría, el equilibrio, la vida… Que no afirmo nada, sólo digo que lo penséis, que os penséis.

En una entrevista, Kate Millet afirmó que para ella el sentimiento de amor hacia otras mujeres fue algo tan natural como inevitable. Por esa camaradería que se fue formando, por esa sororidad explosiva… Que no digo que ahora todas tengamos que ser bolleras, ni que ese amor tenga que estar condicionado a un deseo sexual, para nada. Sólo digo que entre mujeres una se atreve a sentir de un modo distinto. Que tampoco sentencio que en las relaciones de mujeres no exista el dolor, ni las malas prácticas. Pero sí que creo que en el amor entre mujeres no hay tanto riesgo porque nos jugamos menos y como consecuencia, gozamos más.

Y por centrar el tema, en esta nueva entrada venía dispuesta a hablar sobre las mujeres de mi vida. Necesitaba detenerme en ellas y en mí. Porque quiero regocijarme en los gestos increíbles que me arrojan a diario. Su forma de estar en el mundo es revolucionaria. Y mi oportunidad de agradecérselo es pensarlas, es pensarme.

El mar Mediterráneo une los lugares en los que se desenvuelve este pensamiento. Y entre ese mar y esas tierras nada se esconde y así en la lejanía todo se demuestra. Porque las distancias nos obligan pero también nos inspiran a inventar otros modos de demostrar amor.

Me pienso, me encuentro y me encanta.

Me pienso y me escapo de aquella gente y aquellas cosas que ya no me combinan bien.

Me pienso haciendo lo que me da la gana.

Porque si no me pienso yo así, quién va a pensarme…

Me pienso y me sorprendéis apareciendo, sin interferencias ni interrupciones.

Nos pienso de la mano, juntas, vacilando a las adversidades que surgen de nuestras preocupaciones semejantes.

Me pienso sin bragas y me burlo de los desafíos. 

Nos pienso apropiándonos de nuestros cuerpos, despojándoselos al deseo ajeno y ofreciéndoselos a nuestro propio placer.

Me pienso y resulta que tú también me piensas. Y desde ahí conectamos, tú desde tu isla, yo desde mi península, tú desde alguna cala, yo desde alguna plaza.

Te pienso pedaleando con valentía por el carril bici de Madrid, liberando canciones en voz alta, dedicándoselas a las compañeras. 

Me pienso sin Dios, sin amo, sin partido ni marido. Me pienso sin descendencia, que yo no quiero darle más mano de obra a este sistema.

Te pienso desde la calma a la que te transportan las vistas de tus ventanas, allá por Lavapiés. 

Os pienso y me impregna el sufrimiento de todas las mujeres en la historia de la humanidad, y os aseguro que es insoportable. 

Pero también os pienso propagando vuestra militancia felicista, besando imparables, montando alboroto, bailando hasta abajo, incomodando al sistema, insumisas, siendo pacientes con aquellas y aquellos que quieren unirse a esto de ser feministas, y tremendamente aplastantes con quienes intenten destruirnos. 

Te pienso, os pienso, me pienso.

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