Lo que me conmueve

Autorretrato del amor

¿Y quién va a quererme así?
– ¿Así cómo? ¿Así de salvaje?
– No, así de traumada.

Ella creía que lo que le había salvado eran sus agallas, su mala hostia, su ira estallada contra la gente. Pero también le salvó la ternura, la ternura salvaje que ruge debajo de las sábanas, aquella que se siente cuando te acarician el pelo, la que se refleja en las miradas que se sostienen atrevidas. Una vida invadida por el enfado y la tristeza, necesita treguas con momentos vandalizados por la ternura.

Si alguna vez ella construyó amor, lo hizo desde las entrañas nunca desde el corazón.

Ilustración de @lulibertina_ilustradora

Salvaje, como las plantas silvestres a las que nadie cuida, así nació ella.
Salvaje, como los animales que no han sido domesticados, así creció ella.
Salvaje, como la naturaleza que provoca acontecimientos violentos, así explotó ella.
Salvaje, como quien se sitúa fuera de la norma, de lo impuesto, de las jerarquías, de lo cívico, así existió ella.

El amor no se mendiga; se queda a tu lado quien quiere; se marcha quien puede. El amor es para quien sabe reírlo, bailarlo, cuidarlo, gritarlo, agitarlo, follarlo, lamerlo… El amor es para quien sabe dejar de sentirlo para volver a resurgirlo después.

Si alguna vez recogió amor, lo hizo desde la garganta nunca desde el corazón.

«Se puede amar a los momentos, no solo a las personas«. Así sentenciaba ella que amaba el transito de las estaciones del año, adentrarse en el frío, rendirse al calor, resbalar en la lluvia, balancearse desde las ramas al igual que las hojas caducas.

«Se puede amar a los animales, más que a las personas». Así lo juraba ella que amaba a Eli, que le mordía los brazos cuando escuchaba su llanto, que le exterminaba el dolor del alma con cada pellizco para arrastrarla al dolor físico. Amaba a Eli que se rozaba ansiosa entre sus piernas cuando quería jamón del bueno. Se derretía por Eli que tenía pánico a nadar en el agua, a que le salpicase una gota… Amaba a Eli que revivía a las noches y en la oscuridad se le ocurrían las mejores ideas. Sí, amaba a esa felina por ser otra salvaje.

«Se ama a las amigas con la misma pasión que a las amantes». Así lo creía ella que sabía que cuando la pasión se desgasta, llega la posibilidad de amar con calma. Ella que había comprobado que la amistad permanece, que brinda refugio y ofrece grandes dosis de ternura. Una vez dijo que ella no amaría como lo había hecho su madre con sus parejas. «No pienso perder el culo así por nadie, yo lo voy a hacer bonito», sus traumas que estaban allí a su alrededor reunidos, adoptando distintas formas y colores, asintieron firmes; otros se rieron incrédulos mientras preparaban los escudos.

Ella creía que lo que le había salvado eran las ruinas de las que partía, pero le rescató la ternura que pactó con lo salvaje. Y si alguna vez disfrutó del amor, lo hizo desde la piel nunca desde el corazón.

¿Y a quién voy a querer yo así?
– ¿Así cómo? ¿Así de traumada?
– No, así de salvaje.

Este post está vinculado con estos otros: autorretrato del enfado y autorretrato del dolor

¿Algo que decir?